sábado, 21 de febrero de 2015

All the pachucos

 

Volví a encontrarte sentada sobre la cama. Tenías algo más ronca la voz. Te disculpaste con una sonrisa enfocada en la pata de una mesa. ¿Era de noche? ¿Soñé con esa sonrisa que te llena la cara pero que no te muestra los dientes?¿Llovía? Me pediste volver a ver dos películas que regalé hace unos meses.

- Lost in Traslation la tengo en VHS... pero no tengo ni el televisor, ni la videocasetera. Tarnation ya fue.

Miraste los discos con las manos en los bolsillos, estirando el cuello. Desordenaste los libros y tiraste ceniza en el piso con una única certeza: Tenías poco tiempo para caminar por el departamento descalza.

- Te reconocería  por ese tatuaje en cualquier aeropuerto del mundo. Bobo.

 Dijiste.

Cruzamos palabras con la habilidad del que mueve peones rápido para empezar la partida. Afuera, Romeo is bleeding.

lunes, 2 de febrero de 2015

Un pedazo de cielo, rojo.

Por A.J. 
Leído originalmente en el Seminario de grado en la Universidad de la Chonga. Timbuctú. Circa 2008 





Hay tantos niños que van a nacer
Con una alita rota
Y yo quiero que vuelen compañero
 Que su revolución
les dé un pedazo de cielo rojo
Para que puedan volar.
"MANIFIESTO" (hablo por mi diferencia)- Pedro Lemebel



Introducirse en el universo Lemebel es correr un poco los límites, desdibujarlos al punto de tener que volver la vista para comprobar si efectivamente existieron alguna vez. Introducirse en el universo Lemebel es desacralizar un poco ese territorio impoluto de la literatura, donde el acto de escribir es un rito  sagrado solo al alcance de unos pocos apóstoles de la palabra. El lenguaje en Lemebel es subversivo y a la vez subvertido, corrompido y reciclado, las palabras-signo, vaciadas de su significante original,  son re contextualizadas para hacer referencia a un significante clandestino, impuro, marginal por definición.
Introducirse en el universo Lemebel obliga a cambiar las reglas del juego, a mirar con desconfianza las palabras que se unen, a veces, con más música que coherencia. La poesía plebeya de Pedro Mardones, quien adopta según sus propias palabras el apellido de su madre como “un gesto de alianza con lo femenino, inscribir un apellido materno, como una forma de reconocer a mi madre huacha desde la ilegalidad homosexual y travesti" (1997), está plagada de ironía, de sarcasmo y de trasgresión. El lenguaje bastardo de Lemebel nos introduce en un mundo marginal, subterráneo pero a la vez cotidiano; donde la sexualidad está a flor de piel,  dónde el genero se construye y se deconstruye en cada verbo, en cada elipsis y en cada metáfora que se desprende de la pluma del autor.
Lemebel nos invita a hacer el amor no sólo con el cuerpo, sino también con el lenguaje. Con  ese lenguaje de sexo urgente, de declaración de principios que no puede esperar, que casi que se vomita sobre las páginas. En cierta forma, introducirse en el universo Lemebel es dejarse seducir por el lenguaje homosexual que erotiza todo el texto.  Pero a la vez introducirse en el universo Lemebel significa entrar en contacto con  su prosa subversiva (política y sexualmente hablando) a través de la cual logra (o al menos  intenta) sacudir la moral burguesa reinante en una sociedad patriarcal, católica y heterosexual.

Un cadáver exquisito como historia de vida

¿Habrá algún sitio para los solitarios,
para los que no compusimos sinfonías,
para los que no supimos hacer estallar en colores nuestra tristeza?
Obsesión de vivir- José Sbarra


La historia de de Pedro Lemebel podría haber sido tranquilamente escrita por dos surrealistas franceses que, lápiz y papel en mano, se propusieron jugar y armar  un cadavre exquis.  Con una trayectoria sinusoidal, imposible de narrar en forma secuencial y en línea recta, Pedro Lemebel es uno de los escritores chilenos mas reconocidos de los últimos tiempos. 
Contar en pocas líneas quién es Pedro Lemebel es traicionar en cierta forma su esencia, si todo traductor es un traidor (tal como señaló G. Prestipino cuando tradujo a Gramsci), todo biógrafo en  de uno u otro modo también  lo es.  ¿Cómo discernir qué es más relevante a la hora de realizar un primer acercamiento a Lemebel? ¿Es más importante mencionar que el autor de Tengo miedo torero se confiesa adorador del  gran dios  pagano Ayahuasca, y que (aunque supuestamente no debe escribirse en una tumba el nombre de una persona viva) escribió en la lapida de su madre:  Aquí me quedaré por siempre, atado a tus despojos, Mamá. Pedro Lemebel? O ¿Deberíamos priorizar su trayectoria artística como escritor desde sus comienzos hasta la actualidad? Tomar una decisión en este sentido, no es solo un acto de traición hacia el autor sino también

Pedro Mardones nace el 21 de noviembre de 1952 en un barrio pobre en las afueras de Santiago de Chile  a orillas del Zanjón de la Aguada, un canal de riego que desemboca en el río Mapocho. Su padre, Pedro Mardones, fue panadero y su madre Violeta Lemebel, ama de casa. Ya de adolescente, en el año 62, se mudó a un conjunto de viviendas sociales en la comuna de San Miguel, según el mismo recuerda fue “la primera vivienda digna que tuvimos después de errar por muchos lugares de Santiago sur”. Lemebel recuerda a su familia como “muy, muy  pobre pero muy digna” y al mismo tiempo rememora las tardes que pasó sentado cerca del potrero donde los niños de su edad jugaban a la pelota mientras el ya se entretenía observándolos y fantaseando con posibles amores. Allí, recuerda, comenzaron las primeras burlas y las primeras risas porque “al hijo del panadero se le doblaba la patita”.
Pasaron los años y Pedro Lemebel se recibe en la Universidad de Chile de profesor de artes plásticas aunque ejerce durante muy poco tiempo. Ya en los 80´ comienza a dedicarse de lleno a la literatura y en 1983 va a recibir su primer premio literario por el cuento «Porque el tiempo está cerca», al respecto hay una anécdota bastante divertida: Luego de ganarse el premio algunos periodistas legan a su casa, tocan la puerta, su padre abre y los estos preguntan:¿ Usted es Pedro Mardones? ¿Se ganó un premio verdad? Y cómo efectivamente ambos tenían en ese entonces el mismo nombre el padre de Lemebel asiente y responde unas pocas preguntas que los periodistas le hacen creyendo siempre que había ganado un premio de un concurso de un programa televisivo que  miraba por las noches. Es así como la primer nota que sale en los diarios sobre  Pedro Lemebel, menciona a un tal Pedro Mardones y aparece una foto de su padre.

Recién en 1995 va a publicar su primer libro  titulado “La esquina de mi corazón”. En 1988 junto al poeta Francisco casas fundan Las yeguas del apocalipsis un grupo  artístico que realizaba distintas performances[1], pero su debut fue durante la entrega del premio de poesía Pablo Neruda al poeta Raúl Zurita cuando en medio de la ceremonia irrumpieron con una corona de espinas que le entregaron al homenajeado aunque este se rehusó a colocársela.

Gracias a la insistencia de su amigo Roberto Bolaño, quien ya vivía en Barcelona, en 1999 su libro Loco afán: crónicas de sidario es publicado por la editorial  Anagrama. Durante ese mismo año participó de la Feria del Libro de Guadalajara, México luego de que Bolaño rechazó la invitación para participar y en 2001 publica su primer y única novela, Tengo miedo torero. En 2011 se le diagnosticó cáncer de laringe, por lo que tuvo que ser operado y perdió parte de su voz. En la actualidad el colaborador de las revistas Punto Final y The Clinic, y además tiene un programa de crónicas llamado “Cancionero” en Radio Tierra. En 2012 publicó su último libro de crónicas titulado Háblame de amores.



Yo solo tengo ojos para mi torero

Nunca más un hombre que te abrace
enamorado-para-toda-la-vida.
Brillaste, pero fue hace una eternidad.
Fundaré el primer convento
para travestis y que dios me perdone.
José Sbarra- Plástico Cruel 

Los pasos de la Loca del frente retumban en el piso de madera, uno tras otro, ida y vuelta. Se asoma por la ventana, mira la hora, enciende y apaga  la radio que, sintonizada en Radio Cooperativa: La radio de la mayoría, insiste en  trasmitir una tras otra las noticias con el mismo tono de alerta que tanto preocupa a la Loca. Es que Carlos todavía no llegó y ya debería estar ahí, o al menos ya podría haber llegado. Pero es inútil, por más que la Loca se asome por la ventana y mire hacia la calle, la figura ágil de Carlos no aparecerá por la esquina corriendo y saludándola con la mano desde abajo como tantas otras veces hizo. Es que hablar de la historia de la Loca del frente y de Carlos, es también hablar un poco de la historia Augusto y su mujer, la Lucy, paseándose por el Cajón del Maipo con total impunidad acompañados de la comitiva presidencial. Contar la historia de amor entre la Loca y Carlos, es a su vez contar la historia de la sociedad chilena en los años de dictadura asfixiante, de neoliberalismo manchado de sangre. Contar la historia de la Loca es contar la historia de la comunidad gay chilena, reprimida con palos pero también con desprecio, con silencio. Una de las formas más eficientes de acallar un discurso es deslegitimándolo, por zurdo, por homosexual, por “vieja loca” o por el adjetivo de turno.  Cuando un discurso se  deslegitima, se corre del plano de lo que puede ser discutido en sociedad y se relega al plano de lo bizarro,  lo enfermo o lo anormal. Por eso contar la historia de la Loca del frente es un acto de militancia en Lemebel, y  el detenernos en ella, aunque sea un momento, se convierte en un acto de reconocimiento y legitimación  de esa voz silenciada durante tanto tiempo.