Por A.J.
Leído originalmente en el Seminario de grado en la Universidad de la Chonga. Timbuctú. Circa 2008
Hay
tantos niños que van a nacer
Con una alita rota
Y yo quiero que vuelen compañero
Que su revolución
les dé un pedazo de cielo rojo
Para que puedan volar.
"MANIFIESTO" (hablo por mi diferencia)- Pedro Lemebel
Introducirse en el
universo Lemebel es correr un poco los límites, desdibujarlos al punto de tener
que volver la vista para comprobar si efectivamente existieron alguna vez.
Introducirse en el universo Lemebel es desacralizar un poco ese territorio
impoluto de la literatura, donde el acto de escribir es un rito sagrado solo al alcance de unos pocos
apóstoles de la palabra. El lenguaje en Lemebel es subversivo y a la vez
subvertido, corrompido y reciclado, las palabras-signo, vaciadas de su
significante original, son re
contextualizadas para hacer referencia a un significante clandestino, impuro, marginal
por definición.
Introducirse en el
universo Lemebel obliga a cambiar las reglas del juego, a mirar con
desconfianza las palabras que se unen, a veces, con más música que coherencia.
La poesía plebeya de Pedro Mardones, quien adopta según sus propias palabras el
apellido de su madre como “un gesto de
alianza con lo femenino, inscribir un apellido materno, como una forma de
reconocer a mi madre huacha desde la ilegalidad homosexual y travesti"
(1997), está plagada de ironía, de sarcasmo y de trasgresión. El lenguaje
bastardo de Lemebel nos introduce en un mundo marginal, subterráneo pero a la
vez cotidiano; donde la sexualidad está a flor de piel, dónde el genero se construye y se deconstruye
en cada verbo, en cada elipsis y en cada metáfora que se desprende de la pluma
del autor.
Lemebel nos invita a
hacer el amor no sólo con el cuerpo, sino también con el lenguaje. Con ese lenguaje de sexo urgente, de declaración
de principios que no puede esperar, que casi que se vomita sobre las páginas.
En cierta forma, introducirse en el universo Lemebel es dejarse seducir por el
lenguaje homosexual que erotiza todo el texto.
Pero a la vez introducirse en el universo Lemebel significa entrar en
contacto con su prosa subversiva
(política y sexualmente hablando) a través de la cual logra (o al menos intenta) sacudir la moral burguesa reinante en
una sociedad patriarcal, católica y heterosexual.
Un cadáver
exquisito como historia de vida
¿Habrá algún sitio para los solitarios,
para los que no compusimos sinfonías,
para los que no supimos
hacer estallar en colores nuestra tristeza?
Obsesión de vivir- José
Sbarra
La historia de
de Pedro Lemebel podría haber sido tranquilamente escrita por dos surrealistas
franceses que, lápiz y papel en mano, se propusieron jugar y armar un cadavre exquis. Con una trayectoria sinusoidal, imposible de
narrar en forma secuencial y en línea recta, Pedro Lemebel es uno de los
escritores chilenos mas reconocidos de los últimos tiempos.
Contar en
pocas líneas quién es Pedro Lemebel es traicionar en cierta forma su esencia,
si todo traductor es un traidor (tal como señaló G. Prestipino cuando tradujo a
Gramsci), todo biógrafo en de uno u otro
modo también lo es. ¿Cómo discernir qué es más relevante a la
hora de realizar un primer acercamiento a Lemebel? ¿Es más importante mencionar
que el autor de Tengo miedo torero se
confiesa adorador del gran dios pagano Ayahuasca,
y que (aunque supuestamente no debe escribirse en una tumba el nombre de una
persona viva) escribió en la lapida de su madre: Aquí me quedaré por siempre, atado a tus
despojos, Mamá. Pedro Lemebel? O ¿Deberíamos priorizar su trayectoria artística
como escritor desde sus comienzos hasta la actualidad? Tomar una decisión en
este sentido, no es solo un acto de traición hacia el autor sino también
Pedro Mardones
nace el 21 de noviembre de 1952 en un barrio pobre en las afueras de Santiago
de Chile a orillas del Zanjón de la
Aguada, un canal de riego que desemboca en el río Mapocho. Su padre, Pedro
Mardones, fue panadero y su madre Violeta Lemebel, ama de casa. Ya de
adolescente, en el año 62, se mudó a un conjunto de viviendas sociales en la
comuna de San Miguel, según el mismo recuerda fue “la primera vivienda digna
que tuvimos después de errar por muchos lugares de Santiago sur”. Lemebel recuerda
a su familia como “muy, muy pobre pero
muy digna” y al mismo tiempo rememora las tardes que pasó sentado cerca del
potrero donde los niños de su edad jugaban a la pelota mientras el ya se
entretenía observándolos y fantaseando con posibles amores. Allí, recuerda,
comenzaron las primeras burlas y las primeras risas porque “al hijo del panadero se le doblaba la
patita”.
Pasaron los
años y Pedro Lemebel se recibe en la Universidad de Chile de profesor de artes
plásticas aunque ejerce durante muy poco tiempo. Ya en los 80´ comienza a
dedicarse de lleno a la literatura y en 1983 va a recibir su primer premio
literario por el cuento «Porque el tiempo está cerca», al respecto hay una anécdota
bastante divertida: Luego de ganarse el premio algunos periodistas legan a su
casa, tocan la puerta, su padre abre y los estos preguntan:¿ Usted es Pedro
Mardones? ¿Se ganó un premio verdad? Y cómo efectivamente ambos tenían en ese
entonces el mismo nombre el padre de Lemebel asiente y responde unas pocas
preguntas que los periodistas le hacen creyendo siempre que había ganado un
premio de un concurso de un programa televisivo que miraba por las noches. Es así como la primer
nota que sale en los diarios sobre Pedro
Lemebel, menciona a un tal Pedro Mardones y aparece una foto de su padre.
Recién en 1995 va a publicar su primer
libro titulado “La esquina de mi
corazón”. En 1988 junto al poeta Francisco casas fundan Las yeguas del apocalipsis un grupo
artístico que realizaba distintas performances[1], pero su debut fue durante
la entrega del premio de poesía Pablo Neruda al poeta Raúl Zurita cuando en
medio de la ceremonia irrumpieron con una corona de espinas que le entregaron
al homenajeado aunque este se rehusó a colocársela.
Gracias a la insistencia de su amigo Roberto Bolaño,
quien ya vivía en Barcelona, en 1999 su libro Loco afán: crónicas de sidario es publicado por la editorial
Anagrama.
Durante ese mismo año participó de la Feria del Libro de Guadalajara, México
luego de que Bolaño rechazó la invitación para participar y en 2001 publica su
primer y única novela, Tengo miedo
torero. En 2011 se le diagnosticó cáncer de laringe, por lo que tuvo que
ser operado y perdió parte de su voz. En la actualidad el colaborador de las
revistas Punto Final y The Clinic, y además tiene un programa
de crónicas llamado “Cancionero” en Radio Tierra. En 2012 publicó su último
libro de crónicas titulado Háblame de
amores.
Yo
solo tengo ojos para mi torero
Nunca más
un hombre que te abrace
enamorado-para-toda-la-vida.
Brillaste,
pero fue hace una eternidad.
Fundaré el
primer convento
para travestis y que dios me perdone.
José Sbarra- Plástico Cruel
Los pasos de
la Loca del frente retumban en el piso de madera, uno tras otro, ida y vuelta.
Se asoma por la ventana, mira la hora, enciende y apaga la radio que, sintonizada en Radio Cooperativa: La radio de la mayoría,
insiste en trasmitir una tras otra las
noticias con el mismo tono de alerta que tanto preocupa a la Loca. Es
que
Carlos todavía no llegó y ya debería estar ahí, o al menos ya podría
haber
llegado. Pero es inútil, por más que la Loca se asome por la ventana y
mire
hacia la calle, la figura ágil de Carlos no aparecerá por la esquina
corriendo y
saludándola con la mano desde abajo como tantas otras veces hizo. Es que
hablar
de la historia de la Loca del frente y de Carlos, es también hablar un
poco de la
historia Augusto y su mujer, la Lucy, paseándose por el Cajón del Maipo
con
total impunidad acompañados de la comitiva presidencial. Contar la
historia de
amor entre la Loca y Carlos, es a su vez contar la historia de la
sociedad
chilena en los años de dictadura asfixiante, de neoliberalismo manchado
de
sangre. Contar la historia de la Loca es contar la historia de la
comunidad gay
chilena, reprimida con palos pero también con desprecio, con silencio.
Una de
las formas más eficientes de acallar un discurso es deslegitimándolo,
por
zurdo, por homosexual, por “vieja loca” o por el adjetivo de turno.
Cuando un discurso se deslegitima, se corre del plano de lo que
puede ser discutido en sociedad y se relega al plano de lo bizarro, lo
enfermo o lo anormal. Por eso contar la
historia de la Loca del frente es un acto de militancia en Lemebel, y
el detenernos en ella, aunque sea un momento,
se convierte en un acto de reconocimiento y legitimación de esa voz
silenciada durante tanto tiempo.